¡CUANDO EEUU Y LA URSS SE ENFRENTARON EN UN TABLERO! – Bobby Fisher y Boris Spasski jugaron la considerada mejor partida de ajedrez de la historia

 La historia de genio y locura del ajedrecista más especial de todos los tiempos, cuyo coeficiente superaba al de Einstein.

 


Bobby Fischer no fue solo un jugador de ajedrez. Su vida estuvo marcada por contradicciones, obsesiones y una profunda soledad, todo ello acompañado por el aura de genio incomprendido que lo convirtió en leyenda. En este artículo, repasaremos sus inicios, sus momentos más icónicos y su trágico final, dejando en claro que el "rey del ajedrez" también fue prisionero de su propio laberinto mental.

 

El nacimiento de un prodigio

 

El ajedrez llegó a la vida de Bobby Fischer de manera casi casual, cuando su hermana mayor le regaló un tablero. A los seis años, el joven Fischer comenzó a sumergirse en el juego con tal intensidad que preocupó a su familia. Su madre, incapaz de entender la obsesión que consumía a su hijo, llegó a llevarlo al psiquiatra. Sin embargo, lejos de ser un trastorno, lo que en realidad tenía Fischer era un intelecto brillante, con un coeficiente superior al del mismísimo Einstein.



Bobby enfrentándose a su hermano, con su madre al fondo

Pero Bobby no encajaba bien en el mundo. Marcado por una infancia turbulenta, sin conocer a su verdadero padre y con una madre y hermana emocionalmente distantes, Fischer encontró en el ajedrez un refugio. Su incapacidad para relacionarse llevó a su madre a publicar un anuncio en un periódico local, buscando compañeros de juego para el joven Bobby. Lo que en principio parecía un simple intento de socialización, terminó por marcar el inicio de la carrera de uno de los más grandes ajedrecistas de todos los tiempos.


Rey del ajedrez con 14 años

 

A los 14 años, Fischer ya se había convertido en el campeón más joven de la historia de Estados Unidos. Apenas un año después, se alzaba con el título de Gran Maestro, confirmando lo que muchos ya sospechaban: Bobby Fischer era un prodigio. Pero más allá de sus logros, lo que fascinaba de Fischer era su comportamiento excéntrico, su total devoción al juego y su falta de interés por todo lo que sucedía fuera del tablero.



Campeón de EEUU con solo 14 años

En plena Guerra Fría, cuando el ajedrez era mucho más que un simple deporte, Fischer fue visto como una pieza clave en la lucha ideológica entre Estados Unidos y la Unión Soviética. El presidente Nixon y su Secretario de Estado, Henry Kissinger, vieron en Fischer la oportunidad perfecta para asestar un golpe simbólico al régimen comunista. El ajedrez, ese juego tan metódico y cerebral, se convirtió en una trinchera más en la lucha por la hegemonía global.

 

La partida del siglo: EEUU contra la Unión Soviética
 

Y llegó el gran momento de Fischer. En 1972, en Reikiavik (Islandia), Bobby Fischer y el campeón soviético Boris Spasski protagonizaron la famosa “Partida del Siglo”. Este enfrentamiento fue más que una partida de ajedrez; fue una batalla de ideologías, con millones de espectadores de todo el mundo pendientes del resultado. Fischer ganó, convirtiéndose en campeón del mundo y en un héroe naciónal. Pero su historia no terminaría con un final feliz.

 


Fischer y Spasski frente a frente en la partida más legendaria de la historia

El triunfo de Fischer sobre Spasski lo catapultó al estrellato. Sin embargo, la falta de reconocimiento por parte del gobierno estadounidense dejó una profunda herida en él. Fischer no fue recibido en la Casa Blanca, un hecho que alimentó su odio hacia su propio país. A partir de ese momento, comenzó a alejarse más y más de la sociedad, aislándose en su mundo.


En 1975, Fischer perdió su título mundial al negarse a defenderlo ante el ruso Anatoli Kárpov. A partir de ahí, su comportamiento se volvió cada vez más errático. Se retiró del ajedrez competitivo, pero su obsesión con los judíos, a pesar de ser él mismo medio judío, lo llevó a adoptar posturas antisemitas y a leer compulsivamente libros y panfletos que reflejaban esa visión del mundo. Su mente, antes tan clara y brillante, se veía ahora nublada por teorías conspirativas y un profundo resentimiento.

 


Primero admirado, después repudiado por los estadounidenses

La huida y la persecución

 

Veinte años después de su victoria en Islandia, Fischer reapareció para enfrentarse nuevamente a Spasski, esta vez en Yugoslavia. El partido fue ilegal debido al embargo comercial que Estados Unidos había impuesto al país balcánico, y la actitud desafiante de Fischer al escupir sobre un documento del Departamento de Estado fue la gota que colmó el vaso. George Bush Sr. emitió una orden de captura internacional contra él, lo que obligó a Fischer a vivir como un fugitivo.


A partir de entonces, Fischer vagó por el mundo, refugiándose en países como Argentina, Filipinas y Japón, siempre temeroso de ser capturado. Tras los atentados del 11 de septiembre, Fischer celebró públicamente el ataque, lo que provocó la ira de su propio país, que lo calificó de traidor.

 

El refugio en Islandia y el trágico final

 

En 2004, Fischer fue detenido en Japón, donde pasó ocho meses en prisión. Desesperado y sin un lugar donde ir, solicitó asilo en varios países, pero solo Islandia, el país que había sido testigo de su mayor triunfo, le abrió las puertas. En 2005, Fischer recibió la ciudadanía islandesa y se mudó al país, donde vivió sus últimos años.



Fischer vivió sus últimos días con evidentes problemas mentales


El Fischer que llegó a Islandia era un hombre muy diferente al que había conquistado el mundo del ajedrez. Desaliñado, paranoico y profundamente desconfiado, odiaba a los periodistas, los abogados, los políticos y, sobre todo, a su propio país. Vivía aislado, convencido de que el FBI lo perseguía y de que los dentistas le implantaban microchips en los empastes. Sus problemas mentales, que muchos atribuían a la presión de ser un niño prodigio, se hicieron cada vez más evidentes.

A medida que su salud se deterioraba, Fischer se negó a someterse a tratamientos médicos o análisis. Finalmente, en 2008, murió en Islandia a causa de una insuficiencia renal. El destino, siempre lleno de ironías, pareció escribir su última jugada, porque tenía 64 años al morir, los mismos que cuadrados tiene un tablero de ajedrez.



Bobby Fisher, un hombre atrapado entre el genio y la locura

La vida de Bobby Fischer fue una mezcla de brillantez y tragedia. Un genio del ajedrez que alcanzó la cima, pero que cayó presa de sus propios demonios. A pesar de su final, su legado en el ajedrez sigue intacto. Fischer no solo revolucionó el juego, sino que también personificó la lucha interna de un hombre atrapado entre el genio y la locura.

 



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