¡DISPARA TÚ QUE A MÍ ME DA LA RISA ! – La Batalla de Karánsebes o el día en que un ejército se atacó a sí mismo.


Queridos lectores, nuevamente me hallo relajado a la sombra de unos cipreses que flanquean la entrada hacia una discreta ermita alejada de los principales caminos, donde el trinar de los pájaros y el rumor de una fuente cercana calman mi inquieto espíritu de bardo errante. En esta quietud, les contaré uno de los acontecimientos más peculiares que pasarían a la historia como cómicos si no fuera porque también derivó en tragedia para muchos cientos de vidas, hecho que manifiesta la estupidez humana en todo su esplendor. Lean y determinen por ustedes mismos en qué manos anda la evolución y supervivencia de nuestra especie.

La Batalla de Karánsebes: La Guerra Más Absurda de la Historia




Entre las innumerables anécdotas de la historia militar, una de las más curiosas y absurdas es la Batalla de Karánsebes, un incidente que tuvo lugar durante la guerra austro-turca en 1788. Este evento insólito, que algunos podrían calificar como una tragicomedia, demuestra cómo una serie de malentendidos, una mezcla de idiomas y un poco de alcohol pueden desencadenar el caos absoluto.

 

Un Ejército Multinacional

La guerra entre los imperios austríaco y otomano era una constante en el siglo XVIII. En 1788, el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, José II, lideraba un ejército de 100,000 hombres hacia la ciudad fronteriza de Karánsebes (en la actual Rumanía), con el objetivo de preparar una invasión contra las fuerzas otomanas. Este ejército era una mezcla heterogénea de nacionalidades: italianos, serbios, croatas, húngaros, rumanos, y muy pocos hablaban alemán, la lengua del emperador.

 


José II de Austria

El Inicio del Caos

El 17 de septiembre de 1788, una vanguardia de húsares fue enviada para explorar y asegurar el terreno en Karánsebes. En lugar de encontrar al enemigo, los húsares se toparon con un grupo de gitanos que vendían aguardiente. Sin perder tiempo, compraron varios barriles y comenzaron a beber mientras esperaban a que llegaran los refuerzos. Poco después, un contingente de infantería llegó al lugar y, al ver la fiesta, solicitó su parte del aguardiente. Los húsares, ya bastante ebrios, se negaron a compartir y construyeron barricadas alrededor de los barriles. Lo que empezó como una disputa verbal rápidamente escaló cuando alguien disparó al aire.

 


Lancero. S XIX

La Confusión y el Pánico

Al oír el disparo, los rumanos creyeron que se trataba de un ataque de francotiradores turcos y comenzaron a gritar "¡Turcii! ¡Turcii!" ("¡Los turcos!"). El pánico se apoderó de los soldados, que comenzaron a disparar a ciegas. Los húsares huyeron y los infantes se dispersaron en desorden. Los oficiales austríacos intentaron imponer orden gritando "¡Halt!" (¡Alto!), pero en el caos, muchos soldados interpretaron esto como "¡Alá!", el grito de guerra de los otomanos. La confusión se multiplicó cuando otros grupos de tropas llegaron al campamento. Desde la distancia, un oficial de caballería vio a los húsares corriendo y, creyendo que se trataba de un ataque enemigo, ordenó una carga contra lo que pensaban que era la caballería turca.

 


Ejército austríaco S.XIX

La Autodestrucción del Ejército

La situación se salió completamente de control cuando el cuerpo de artillería, al ver la carga de caballería, creyó que eran los turcos y abrió fuego contra ellos. Los soldados, ya enloquecidos por el miedo y la confusión, se dispersaron en pequeñas bandas, disparando a todo lo que se movía, convencidos de que estaban rodeados por el enemigo. Durante horas, el ejército austríaco se atacó a sí mismo en una batalla desquiciada. El pánico se extendió y muchos soldados comenzaron a huir. En medio del caos, el caballo del emperador José II se espantó y lo arrojó a un charco de lodo, sumando la humillación personal a la catástrofe militar.

Al día siguiente, la magnitud del desastre quedó clara. Las bajas se contaron entre 500 y 1200, aunque algunas fuentes exageran las cifras hasta los 10,000. Lo cierto es que el ejército austríaco quedó tan desorganizado y debilitado que los otomanos no tuvieron problemas en tomar Karánsebes poco después.

La Batalla de Karánsebes es un ejemplo perfecto de cómo la falta de comunicación y la falta de disciplina pueden llevar a resultados desastrosos. Esta anécdota no solo es una lección sobre los peligros de la confusión en el campo de batalla, sino también un recordatorio de que, a veces, las situaciones más absurdas pueden tener consecuencias graves.

 


Húsares austro-húngaros. S.XIX

Como han visto, vuesas mercedes, a lo largo de la historia, ha habido muchas batallas notables: heroicas, desesperadas, pírricas, pero pocas pueden igualar a la Batalla de Karánsebes en términos de absurdidad y caos. Este evento destaca no solo por su resultado trágico, sino también por la forma en que resalta las fragilidades humanas y la ironía en tiempos de guerra.

Ahora, descansaré en este paraje de paz y armonía y reanudaré horas más tarde mi transitar hacia la próxima aldea en la que, a buen seguro, escucharán expectantes en su plaza mayor, mis relatos de lejanas tierras y extraordinarios acontecimientos pretéritos, que tanto entretetienen y entusiasman al populacho. 



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